Por Juan Mascorro

A muchas personas LGBTQ+ nos han dicho: “¿Qué necesidad tienen de andarlo diciendo / anunciando / publicando?”
Suena a chiste, pero lamentablemente, es anécdota. Cada que de alguna forma hay una muestra de vida, amor o identidad diferente a la heterocisnormativa, no faltan los buenos ciudadanos que se exaltan, se rasgan las vestiduras y se indignan ante la “necesidad que tenemos de estarles embarrando en la cara nuestras identidades”.
Incluso podemos describir varias formas de esa misma frase:
“No me importa que sean gays/lesbianas/trans, pero que no lo hagan en público.”
“Yo los respeto, pero no deberían de hacerlo enfrente de los niños”.
“No soy homofóbico, PERO no me gusta que lo anden presumiendo”.
“Qué ganas de andar por ahí disfrazados y con sus banderas”.
“Ahora ya quieren meterlos en todas las series y películas”

Si analizamos todas esas frases, podremos encontrar el punto en común en ellas: el enojo e incomodidad frente a la visibilidad de una identidad diferente a la suya. En todos los ejemplos, la queja supuestamente no es la orientación o identidad de le otre, sino que se ejerza y viva de manera libre y pública; parecería que es algo de lo que deberíamos de sentirnos avergonzados.
Pero, ¿qué es lo que incomoda tanto a las buenas conciencias? A veces afirman que puede ‘pervertir’ a quienes lo ven, en vivo o en los medios de comunicación, ‘contagiando’ nuestra identidad o que buscamos ‘normalizar nuestros estilos de vida’.
Su temor, por lo tanto, es que cada vez más personas se sientan inspiradas y deseosas de vivir su orientación e identidad libremente, sin tapujos y sin tabúes. Es una reacción de odio y miedo frente a la libertad de otra persona. Para que quede claro: Se sienten amenazados, atacados y ofendidos porque alguien decidió no rasurarse las piernas, pintarse las uñas, usar el pelo largo o rapado, besar o agarrarse de la mano con su pareja. ¿Notan que no hay relación alguna entre una cosa y otra?
Nuestra finalidad no es que “nos veas” (no eres el centro del universo, really), es simplemente vivir como queremos y sentimos, expresándonos de forma libre y responsable, sin dañar ni perjudicar a nadie. Por vernos expresándonos, tus hijes no van a “convertirse”, lo mejor que puede pasar es que, a diferencia tuya, dejen de ver las expresiones de amor y de identidad diferentes a las propias como una amenaza o algo que deba ser reprimido. Y la neta, eso haría de este mundo un lugar más feliz.