Por Greta Ángel.

Primero lo primero. ¿Qué no género y sexo eran lo mismo?
El sexo es la suma de características genéticas, hormonales, anatómicas y fisiológicas en las que nos basamos para, cuando una persona nace, clasificarla como macho o hembra.
El género, por otro lado, es todo lo que se construye socialmente en torno a las personas, en un inicio, con base en estas mismas diferencias biológicas. Son actitudes, conductas, identidades, características y expectativas que se esperan y se enseñan a las mujeres y los hombres de manera diferenciada.
La controversia.
El género es un concepto que se ha abordado en debates y discusiones que parecen interminables: algunas personas afirman que cuando se reconoce el género como categoría jurídica y social, se busca negar o desaparecer la categoría de sexo, y con ello borrar o eliminar las opresiones que vivimos las mujeres derivadas del sexo, tales como la penalización del aborto, la mutilación genital, la falta de acceso a productos de higiene menstrual o el matrimonio forzado.
Existen reclamos por quienes no están de acuerdo con que las empresas de productos de higiene menstrual dirijan su publicidad a mujeres y personas menstruantes o que se promuevan políticas de salud para mujeres y cuerpos gestantes. Incluso hay quienes creen que cuando se reconoce el género de las personas, pueden existir sesgos en actividades deportivas o de desarrollo artístico.
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Sin embargo, estos argumentos se alejan de la realidad de muchas mujeres del mundo. El concepto género surge en los 1970s desde el trabajo de la feminista radical Kate Millet y la teoría existencialista de Simone de Beauvoir, que explica que “no se nace mujer, se llega a serlo”, es decir, que el sexo conlleva cargas sociales más allá de las biológicas y la construcción de las "mujeres" es meramente el resultado de las expectativas e imposiciones del sistema.
La creación de la categoría género tiene una larga tradición y trabajo en la teoría feminista y permite explicar la realidad de las mujeres. Gracias a que existe el concepto de género podemos evidenciar que los roles y comportamientos que relacionamos con el “ser mujer” son consecuencia de una construcción cultural y no de la biología.
Se definió qué significaba “ser mujer” a partir de los prejuicios culturales sexistas, binaristas y heteronormativos de quienes generaban el conocimiento científico. Contrario a quienes piensan que nombrar y reconocer el género de las personas borra a las mujeres, esto ha logrado evidenciar las múltiples realidades de todas las mujeres (cis, trans, no binaries, lesbianas, pansexuales, bisexuales, etcétera). Estas realidades se borran cuando se considera que todas las mujeres somos biológicamente iguales y que quien no cumpla con todos los elementos del checklist no es mujer.
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Es importante recordar que la relación que una sociedad tiene con nuestros cuerpos es afectada por sistemas culturales, jerarquías y roles de poder. Reconocer que al sexo se le atribuyen valores sociales no significa que no sea real y que no tenga consecuencias sobre la vida de las personas.
No se niega que haya opresiones que nacen del sexo biológico de las personas. Claramente las hay. Pero introducir la categoría de género al análisis es hacer notar que estas opresiones están basadas en imposiciones externas y algunas no dependen de las características biológicas, sino de muchos otros factores.
Las realidades que vivimos todas las mujeres desde nuestra amplia diversidad (como mujeres negras, indígenas, migrantes, trans, cis, lesbianas y un larguísimo etcétera) son interseccionales y específicas. Nuestras cuerpas son complejas y diversas, pero igual de válidas que las realidades y existencias de otras mujeres.
Como sociedades, a través del lenguaje, las leyes y la cultura, todas las personas debemos reconocernos incluidas en igualdad de condiciones.