Por Luis Ruiz

Mucho tiempo creí que yo era un exagerado. Me incomodaba ver que en los festejos del orgullo LGBTQ+ y en los medios propios de la comunidad abundaban muchas imágenes prácticamente idénticas: hombres cisgénero blancos (eso sí, muy bronceados), altos, heteronormadísimos, sin grasa corporal alguna y con una musculatura que cada día se va haciendo más pronunciada y definida.
¿Por qué me incomodaba? Hay quien dirá que me da envidia por todo lo que estos vatos tienen… no lo sé, eso me toca verlo con mi terapeuta y no con un lector random del internet. Pero más allá de eso, me preocupa que nuestra comunidad, que aspira a ser incluyente y transgresora, termine repitiendo lo que tanto nos ha dañado: dinámicas patriarcales que nos ponen a los vatos en una posición dominante, refuerzos constantes de la heteronormatividad que rechaza todo lo que no está hegemónicamente apegado a los roles de género y, en lo que me quiero enfocar hoy, una obsesión enfermiza con los cuerpos normados que resulta en presiones inmensas sobre los cuerpos queer y un problema de body shaming dentro de la comunidad.
Bastó una rápida búsqueda en internet para darme cuenta de que no estaba inventando nada: medios como Vice y GQ y universidades de prestigio como Berkeley han documentado cómo dentro de la comunidad LGBTQ+, hay muchos casos de personas que se sienten juzgadas, excluidas y violentadas por su misma comunidad, especialmente por los hombres que la componen, por tener un cuerpo no normativo.
Y basta con darte un clavado a las apps de ligue gay para leer las peores barbaridades, las cuales prefiero no citar aquí para no darle más plataforma al odio o la ignorancia, pero que son súper agresivas contra toda persona que no cumple con los estándares ridículos, racistas, heteronormativos y patriarcales que tiene la rúbrica para decidir si eres una “persona atractiva”. También a muchas personas les ha pasado que inician conversaciones con personas que, de la nada y como si fuera cualquier cosa, les insultan por cómo se ven.
Y es que está cabrón: la línea de lo “deseable” parece que nunca deja de recorrerse. Abres Instagram y cada semana te encuentras con modelos más musculosos, hipermasculinizados y cuidadosamente proporcionados. Pareciera que nunca es suficiente para ser atractivo, más cuando toooodas las vacaciones estos mismos modelos se dedicaron a decir “ay, ya estoy bien gordo, pero en enero al gym” mientras nos mostraban sus abdómenes con más cuadritos que un tablero de ajedrez.
La verdad es que, gracias a que muchas personas LGBTQ+ nos desarrollamos en entornos que no han salido del siglo XX y en los que la gente sigue creyendo que los padrecitos son psicólogos, tenemos una fuerte necesidad de inclusión y validación, esta misma se ve truncada cuando las personas que, se supone, nos aceptan y reconocen, repiten discursos que humillan o desprecian los cuerpos que no se parecen a los que tienen millones de likes en Instagram.
Y nunca me gustaría caer en el puritanismo de pedirle a alguien que deje de enseñar su cuerpo, pero sí valdría la pena como comunidad decidir si queremos seguir llenando nuestros espacios de imágenes de cuerpos que son prácticamente inconseguibles para la gran mayoría de la población y transmitiendo el mensaje de que eso es lo valioso y lo bello.
El discurso que muchxs recibimos todos los días es que el modelo ideal (por lo menos para los vatos) es estar mamado, ser “viril”, alto, tener una voz grave, pasar más tiempo en el gym que siendo productivo a la sociedad y cuidar más tus calorías que tu autoestima, y esto evidentemente está teniendo consecuencias graves, nos está volviendo violentxs con otrxs que no cumplen estos estándares y con nosotrxs mismxs que, seguramente, tampoco los cumplimos porque, y no me cansaré de repetirlo, VERTE ASÍ ES PRÁCTICAMENTE IMPOSIBLE PARA LA MAYORÍA DE NOSOTRXS.
¿Cuál es la solución? No lo sé, definitivamente tenemos que iniciar estas conversaciones, por más incómodas que sean. Pero, la neta, a mí también me ha servido darle unfollow a quienes lo único que tienen que aportarme es la idea de “perfección” física, limpiar mi timeline y mis historias de fotos que refuerzan la mentira de que ser convencionalmente bellx es igual a ser valiosx me ha dado un poquito de la tranquilidad que buscaba.
Yo creo que como comunidad tenemos que celebrarnos entre todxs: mientras a la fiesta no estemos invitadxs todxs lxs que, por alguna u otra razón, nos hemos sentido ignoradxs o juzgadxs por la sociedad, el trabajo se está haciendo mal. Y tú, ¿qué piensas? ¿cómo podemos atender este problema?